jueves, 17 de febrero de 2011

El principio de mi nueva obra

  Tras varios años de guerra, la vieja Europa se encontraba sumida en un tiempo de falsas apariencias y relativa paz, rota a veces por pequeñas disputas entre los señores de la nobleza. La floreciente economía europea extendía sus ramificaciones a las nuevas colonias de las Américas y la cultura amenizaba las lujosas fiestas en los palacios. Pero lejos de la opulencia y los palacios, la miseria campaba a sus anchas en las calles de las ciudades. Donde los ladrones y los proscritos hacían del acero la única ley. Donde la muerte se ocultaba detrás de una dulce sonrisa esperando a sus víctimas a la vuelta de la esquina. Las enfermedades paseaban entre los ciudadanos como otro vecino más, y las ratas no eran sino animales de compañía que convivían en armonía con las penurias y el hambre.
   En esos tiempos difíciles donde la verdad era tan importante como el sonido del viento meciendo las ramas de los árboles en otoño, los oídos sólo escuchaban lo que querían oír, y la justicia se dejaba influenciar muchas veces por las opiniones de los poderosos. En una época donde ser soldado de fortuna era un estilo de vida peligroso, lleno de libertad, arriesgado, sin hogar, sin amigos, con un futuro incierto y la muerte por única compañera de viaje acechando detrás de cada recodo del polvoriento camino, o a la sombra de cada frondoso árbol.

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